(o crónica del cumple-año de un sueño)
Hoy hace 12 meses, tuve a bien tomar una decisión: ir a una entrevista de trabajo con una apetitosa propuesta de una afamada empresa trasnacional de cosméticos en la ciudad del pecado (DF) o, -al ponerme un ultimátum- arrancar un proyecto añejado desde hacía más de 5 años atrás, que implicaba poner mi mente y mis ideas a trabajar a través de mis manos al servicio de los demás.
Acostumbrada a las mieles de la abundancia que me ofreció el haber sido una joven ejecutiva del capitalismo yanqui por mucho tiempo, la tentación era fuerte fuerte, pues la jugosa oferta implicaba una estabilidad económica similar.
Esa mañana una llamada desde Querétaro sonó al teléfono. La voz de una de mis mejores amigas y su sabia regañada al preguntarle su opinión al respecto fue una especie de patadón, no sé qué fibra tocó pero rompió el cascarón de la pena y el desacierto de saberme nuevamente, por un pelín, errada del camino.
La creación y la imaginación son lo único que sé hacer. Desde niña soy el espacio de cositas, dibujo desde los 4, tejo desde los 6 y a los 8 mi mamá me enseñó a coser a máquina. Bajo la influencia de mi tía La loca, le di a la pintura en tela y de ahí pasé al dibujo y pintura más formal por muchos años, hasta que tomé un descanso. Este es un amor pendiente en mi lista de afectos.
El diseño continúa siendo mi deporte, cuando no es en un pastel es en la decoración de mi espacio, o en la colcha, la funda de equis cosa, el baño... no tengo llenadera.
Mi sueño aspira a alcanzar la estrella más alta y no tengo un límite ya, me he acostumbrado a la incertidumbre y a confiar en que mi anhelo y el amor a lo que hago es la nave que me llevará a llegar ahí.
Me he puesto un poco cursi... ¡feliz cumple Craftis! y muchas gracias Yane, por ser nuestra madrina.
Continuará...
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